Raúl se abrió paso entre la gente que se había arremolinado alrededor del cuerpo. Estaba a medio camino, consiguió ver una pierna pero todavía no llegaba a ver si el que estaba tendido en el suelo era Martín o era David. Por fin llegó, se agachó ante el cuerpo y vio que por desgracia el coche había atropellado a David. Todavía respiraba. Una mujer había llamado a una ambulancia y gritaba que no tardaría en venir.
Pocos minutos después ya se oía la sirena. Cargaron a David en la parte de atrás del vehículo y dejaron ir a Raúl con él.
Cuando David despertó estaba en la cama del hospital, con una vía en la muñeca y con dolores por todo el cuerpo. A su lado estaba Raúl, sentado en un sillón. Al ver que David se despertaba se levantó y se acercó a la cama.
-¿Qué tal estas?- le preguntó Raúl.
-Me duele todo el cuerpo, ¿tengo algo roto?- le preguntó David preocupado.
– No- le respondió Raúl- el médico ha dicho que has tenido mucha suerte y que no te has roto nada.
-Menos mal- dijo David aliviado
-El doctor ha llamado a tus padres- le informó Raúl- buscamos su número en tu teléfono móvil. No creo que tarden mucho en llegar. Me quedaré contigo hasta que ellos vengan para hacerte algo de compañía.
-Muchas gracias- le dijo David sonriendo.
-Es lo menos que puedo hacer, estas en el hospital por defenderme- le dijo Raúl agradecido.
-Tenía que hacerlo-le dijo David- no podía quedarme de brazos cruzados.
-¿Qué pasó?- le pregunto Raúl- ¿No visteis venir el coche?
-Salimos de repente a la carretera, pero si llegamos a ver el coche- le respondió David.
-¿Y por qué no os apartasteis?- le preguntó Raúl extrañado.
-Yo intenté apartarme pero Martín no me dejó- contestó David- No fue un accidente, Martín me empujó contra el coche.
CONTINUARA…