Al cumplirse los nueve años del fallecimiento de Abelardo Araya Torres, para él nuestro recuerdo lleno de cariño y amor y nuestro homenaje eterno de agradecimiento y admiración.
Abelardo representó un antes y un después para los movimientos LGBTIQ de Costa Rica. Un parteaguas fundamental. Y lo fue especialmente en un sentido: porque Abelardo desafió, a pecho descubierto, la censura, el bozal, la prohibición. Rasgó el manto socialmente impuesto, que nos obligaba a permanecer en silencio y a la sombra. Deshizo el conjuro que tan solo nos permitía, cuanto mucho, expresarnos por vías indirectas y como en sordina.
Con Abelardo eso cambió, y cambió en forma definitiva. Su voz se alzó fuerte y, contra todos los prejuicios, y aunque a mucha gente no le gustase, su rostro se hizo familiar para Costa Rica entera. Nadie antes que él se había atrevido, con tal arrojo y desparpajo, a despedazar a patadas el ropero donde nos obligaban a escondernos y negarnos; nadie antes que él se atrevió a abrir tantas y tan grandes ventanas, con tal audacia como él lo hizo, para que entrase la luz del sol y se disiparan las tinieblas en que nos obligaban a permanecer.
Abelardo no fue el primero en abrir ese sendero. Hubo quienes, antes que él, que empezaron a desbrozarlo. Tampoco fue el que escribió los primeros renglones de ese libro. Hubo quienes se le anticiparon. Pero Abelardo hizo que lo que era un pequeño trillo se convirtiese en una gran avenida; que lo que era una humilde libreta de apuntes se metamorfoseara en un gran libro con empaste de lujo. Después de él nada volvió a ser igual. Después de él salir del ropero y dar la cara fue un desafío menos penoso, más soportable.
Abelardo ha sido el más importante e influyente líder de los movimientos LGBTIQ de Costa Rica. A 9 años de su partida, su legado se agiganta y se perpetúa en cada derecho conquistado, en cada espacio de dignidad ganado, en cada centímetro de igualdad que ennoblece, un poquito más cada vez, la sociedad de la que somos parte